De la Caída del hombre, del pecado y su castigo

Capítulo 6

1. Aunque Dios creó al hombre recto y perfecto, y le dio una ley justa, la cual habría sido para vida si el hombre la hubiera guardado, y amenazó su transgresión con la muerte (Gén. 2:16, 17), aun así, el hombre no permaneció mucho tiempo en esta posición de honor, usando Satanás la sutileza de la serpiente para seducir a Eva, y luego por medio de ella seduciendo a Adán, quien sin ninguna compulsión, al comer del fruto prohibido, transgredió voluntariamente la ley de su creación y el mandato que les había sido dado (Gén. 3:12, 13; 2 Cor. 11:3); lo cual agradó a Dios permitir, conforme a Su sabio y santo consejo, habiéndose propuesto ordenarlo para Su propia gloria.

2. Nuestros primeros padres, por este pecado, cayeron de su justicia original y de su comunión con Dios, y nosotros en ellos, por lo cual la muerte sobrevino a todos (Rom. 3:23); viniendo a estar todos muertos en pecado (Rom. 5:12, etc.) y enteramente corrompidos en todas las facultades y partes del alma y del cuerpo (Tit. 1:15; Gén. 6:5; Jer. 17:9; Rom. 3:10, 19).

3. Siendo ellos la raíz de todo el género humano, y estando por designio de Dios en lugar y en representación de toda la humanidad, la culpa del pecado fue imputada y la naturaleza corrompida fue transmitida a toda su posteridad, que desciende de ellos por generación ordinaria (Rom. 5:12, 19; 1 Cor. 15:21, 22, 45, 49), siendo ahora concebidos en pecado (Sal. 51:5; Job 14:4), y siendo por naturaleza hijos de ira (Efe. 2:3), esclavos del pecado (Rom. 6:20; Rom. 5:12), estando sujetos a la muerte (Rom. 6:20) y a todas las demás miserias -espirituales, temporales y eternas-, a no ser que el Señor Jesús los libre (Heb. 2:14; 1 Tes. 1:10).

4. De esta corrupción original, por la cual estamos totalmente indispuestos, incapacitados y opuestos a todo bien, y enteramente inclinados a todo mal (Rom. 8:7; Col. 1:21), proceden todas las transgresiones actuales (Stg. 1:14, 15; Mat. 15:19).

5. Esta corrupción de la naturaleza permanece durante esta vida en los que son regenerados (Rom. 7:18, 23; Ecl. 7:20; 1 Jua. 1:8); y, aunque dicha corrupción sea perdonada y mortificada por medio de Cristo, aun así, tanto esta corrupción de la naturaleza como sus primeras pasiones son verdadera y propiamente pecado (Rom. 7:24, 25; Gál. 5:17).