Del evangelio y del alcance de su gracia

Capítulo 19

1. Habiendo sido quebrantado el Pacto de Obras, por el pecado, y habiéndose vuelto inútil para dar vida, agradó a Dios dar la promesa de Cristo, la Simiente de la mujer, como el medio para el llamamiento de los elegidos, y el engendramiento de la fe y el arrepentimiento en ellos (Gén. 3:15); en esta promesa, el evangelio fue revelado en su sustancia y, por lo tanto, fue hecho eficaz para la conversión y la salvación de pecadores (Apo. 13:8).

2. Esta promesa de Cristo, y la salvación que es por medio de Él, es revelada solo por la Palabra de Dios (Rom. 1:17); ni las obras de la creación ni de la providencia, con la luz de la naturaleza, revelan a Cristo o la gracia que es por medio de Él, ni siquiera de una manera general u obscura (Rom. 10:14, 15, 17); mucho menos hacen que los hombres que están privados de la revelación de Él que es por medio de la promesa, o evangelio, sean capacitados de este modo para alcanzar la fe salvadora o el arrepentimiento (Pro. 29:18. Isa. 25:7 con 60:2, 3).

3. La revelación del evangelio a los pecadores, hecha en muchas ocasiones y en muchos lugares, con la adición de promesas y preceptos para la obediencia que esta requiere de las naciones y personas a los cuales es concedida, proviene solo de la voluntad soberana y el beneplácito de Dios (Sal. 147:20. Hch. 16:7); no obteniéndose en virtud de promesa alguna hecha a aquellos hombres que mejoren debidamente sus habilidades naturales en virtud de la luz común recibida aparte de esta revelación, lo cual nadie nunca hizo ni puede hacer (Rom. 1:18, etc.). Por lo tanto, en todas las edades, la predicación del evangelio ha sido concedida a personas y naciones, con gran variedad en cuanto al alcance o limitación de esta, conforme al consejo de la voluntad de Dios.

4. Aunque el evangelio es el único medio externo para la revelación de Cristo y la gracia salvadora, y como tal es abundantemente suficiente para ello, aun así, para que los hombres que están muertos en sus delitos puedan nacer de nuevo, ser vivificados o regenerados, se necesita además una obra eficaz e insuperable del Espíritu Santo sobre toda el alma para que se produzca en ellos una nueva vida espiritual (Sal. 110:3. 1 Cor. 2:14. Efe. 1:19, 20), sin la cual ningún otro medio efectuará su conversión a Dios (Jua. 6:44. 2 Cor. 4:4, 6).